miércoles, 8 de marzo de 2017

¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!


¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!
de sus preguntas que vuelven,
Del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios,

De mí mismo,
que me reprocho siempre (pues,
¿quién es más necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
De lo malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,

De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que
vuelve - ¿qué de bueno hay en medio de estas
cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ?

Que estás aquí - que existe la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que
puedes contribuir con un verso.

Walt Whitman

martes, 7 de febrero de 2017

El otoño recorre las islas


A veces tu ausencia forma parte de mi mirada, 
mis manos contienen la lejanía de las tuyas 
y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti. 

A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías, 
a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos, 
mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche. 

A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en el agua, 
y es la hora de encender ciertas luces 
y caminar por la casa evitando el estallido de ciertos rincones.

En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas, 
en tu pecho hubo tardes que al final del verano 
todavía miré encenderse. 

Y éstas son aún mis reuniones contigo, 
el deshielo que en la noche 
deshace tu máscara y la pierde.

José Carlos Becerra, poeta

Poesía de José Carlos Becerra

Así lo recuerda la poeta Elsa Cross:
"Lo vi algunas veces en el taller de Mester [la revista de los discípulos de Arreola], otras en la Facultad de Filosofía, en donde éramos compañeros de clases que impartían el doctor [Ramón] Xirau y el doctor [Luis] Villoro. Me llamaba la atención su interés por combinar estudios de filosofía y arquitectura y aparte, su labor de poeta, de magnífico poeta. Me llamaba la atención su figura vigorosa, su bigote, su sonrisa fácil y, más que nada, su sencillez, la ausencia total de señales externas que quisieran indicar: miren, yo soy un poeta, atención."

Libro a recomendar

El otoño recorre las islas
Obra poética 1961 /1970
ERA
México, 1973

Prólogo de Octavio Paz

miércoles, 1 de febrero de 2017

Recomendación


CONTRA LOS POETAS
“Me encontré, pues, cara a cara con el siguiente dilema: miles de hombres hacen versos; otros miles les demuestran gran admiración; grandes genios se expresan por medio del verso; desde tiempos inmemoriales el poeta y los versos son venerados; y frente a esa montaña de gloria: yo, con mi convicción de que la misa poética se efectúa en el vacío casi completo.”
CONTRA LOS POETAS 
de Alejandro Zambra

A los veinte años ya acumulan experiencias importantes: han publicado poemas en revistas y antologías, han participado en talleres, han escrito artículos para anuarios escolares y quizá han concedido una o dos precoces entrevistas. Ya tienen listos sus primeros libros, que están a punto de aparecer en editoriales emergentes. Son libros muy malos, pero por ahora eso no importa. Sus poemas son largos y sentenciosos, abusan de los gerundios, de los signos de exclamación y de los puntos suspensivos. Leen a Vicente Huidobro, a Delmira Agustini y a Oliverio Girondo, pero sobre todo se leen los unos a los otros, en interminables sesiones sólo a veces amistosas.
A los veinticinco años ya han renegado de esos primeros poemas, que consideran lejanos pecados de juventud. Esperan encontrar pronto la madurez como poetas, que a ellos les importa mucho más que la madurez como personas. El segundo libro cumple con creces el objetivo: no es bueno, pero indudablemente es mejor que el primero. Dicen estar todavía buscando una voz propia y mientras tanto planean antologías que incluyen a todo el grupo, pero nadie quiere escribir el prólogo, pues nadie desea correr el riesgo de convertirse en crítico literario.
A los treinta años ya han sufrido varios desengaños. Han sido incluidos en antologías nacionales y latinoamericanas, pero han sido excluidos de otras tantas publicaciones y les cuesta muchísimo aceptarlo. Por momentos escriben solamente para demostrar cuán arbitrarias han sido esas exclusiones. Han publicado, a esta altura, tres libros de poesía. Han fundado dos editoriales y cuatro revistas literarias. En sus reseñas biográficas se afirma que han participado en más de trece –en catorce– encuentros de poetas y que sus libros han sido parcialmente traducidos al italiano. En realidad les han traducido solamente un poema, pero da lo mismo: los han traducido, eso ya es mérito suficiente.
Recién a los treinta y cinco años comienzan a incomodarse cuando los presentan como poetas jóvenes. Ahora dictan talleres en los que aconsejan a sus alumnos que eviten los gerundios, que cuiden los adjetivos, que declaren la guerra a los puntos suspensivos y a los signos de exclamación. Les inculcan la suprema libertad creadora, pero les prohíben una lista bastante larga de palabras: vacío, angustia, desolación, desesperación, crepúsculo, ocaso, alma, espíritu, corazón, vagina. Les hablan de melopoeia, de fanopoeia y de logopoeia, pero se enredan un poco en la explicación. Se enamoran de poetas de dieciséis años y las comparan con Alejandra Pizarnik, pero nunca han visto una foto de Alejandra Pizarnik.
A los cuarenta años a nadie se le ocurre presentarlos como poetas jóvenes, pues sus caras y sus barrigas han cambiado de forma tal vez irreversible. Los poetas experimentan con mayor sufrimiento que el común de la gente la llamada crisis de los cuarenta. No decidieron ser poetas para tener cuarenta años. De ahora en adelante todo será decadencia. Se han vuelto inofensivos. Es más fácil incluirlos, pedirles prólogos, invitarlos a los recitales y aplaudirlos sin énfasis, respetuosamente. Son, en otras palabras, verdaderos fracasados.
Para que el fracaso se cumpla es necesario que reciban, de vez en cuando, señales equívocas. A los cincuenta, a los sesenta, a los setenta años los poetas ganarán dos o tres premios menores; tímidos estudiantes de pregrado y quizás alguna bella doctora norteamericana analizarán sus libros, que tal vez serán traducidos al francés, al alemán, al griego o al menos al argentino. Por lo demás, siempre habrá alguna editorial emergente interesada en rescatarlos del olvido.
Da lástima verlos junto al teléfono, esperando la noticia de un premio, de una pensión del gobierno, de un homenaje, de un viajecito al sur, lo que sea. Parecen niños asustados, y en el fondo eso son: niños asustados, adolescentes ya muy viejos para suicidarse. A veces algún reportero compasivo les pregunta para qué sirve la poesía en este mundo deshumanizado y consumista. Ellos suspiran y responden lo que han respondido siempre: que sólo la poesía salvará al mundo, que hay que buscar, en medio de la confusión, palabras verdaderas y aferrarse a ellas. Lo dicen sin fe, rutinariamente, pero tienen toda la razón.

martes, 31 de enero de 2017

Elsa Cross, poeta



Las Hijas del Viento
1
Murmuran tu Nombre
                                 en las terrazas
inundadas de luz
frente al vinoso mar

2
Serpentean en la hierba
devanan suaves
                             sus marañas

Sisean
             entre las siemprevivas

3
Juntan sus voces
al gemido de las piedras
                                          y los arbustos
Hacen del corazón
                               un arpa tensa
4
Desatan su grito alucinado
                                      a lo ancho del valle

Braman como terneras
son aullido reseco
trino
                inverosímil

5
Se obstinan
                 como escenas repetidas
de una misma película

golpean en las ventanas
recorren muelles interminables
                                                            en el amanecer

6
Azotan las rocas de Haghía Triáda
           con sus cuevas para ocultarse
                                                                    de los piratas

Derriban al caminante
             en el monte que se llama
                                                                Demonotópos
Alzan el rugido del oleaje
                hasta el recinto de los cantos piadosos
                                                                                             junto a la Panaghía

7
Despeinan
                 al joven eucalipto
hacen caer sus resinas
                                           sobre los barandales

Zumban amorosas
como abejorros
                            en el hueco de las cañas

Llenan la mirada de hormigas amarillas
 
8
Despiertan
             al espíritu guardián del olivar
Dejan pacer tranquilo
                               el apetito de las bestias

Afilan
el cincel azulado
                                      de la avispa
9
Someten a su ritmo
                              las flores encrespadas
el lomo de los cerros

Todo lo vuelven piedra lisa

10
Traen los ecos
            de una conversación enfática
            de un campanilleo de cabras
            de un violín

Cantan en la noche
                             con sus aires de lamento oriental

11
Se agrandan
sus lenguas arpadas
                   en el invierno del espíritu

Fuerzan al alma
                              a agazaparse
en su rincón.
12
Escriben con sus dedos ligeros
tu Nombre
                    sobre la arena
repiten como plegaria
                                            su grafía
De "El vino de las cosas"
Ediciones Era 2004

Elsa Cross, poeta mexicana

Anexos:Lectura de poesía en voz de Elsa Cross 



Poema de Elsa Cross en la revista Letras Libres
http://www.letraslibres.com/mexico/bomarzo





Homero Aridjis, poeta


La perfecta dormida

En el hálito ardiente de su propio sonido quema
y en su ámpula germina la crisálida

La libélula transcurre bajo el sol

Rompe la quieta corriente del instante
el río que ha pasado comparece
al golpe del nuevo movimiento
Se recuesta en el agua el esplendor

Otras criaturas tañen las olas bajo el mar
Aire de su aire mueve la gaviota
el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha
como los árboles etéreo

Nuevas existencias toman superficie
toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas

Siempre un poeta canta entre los muertos



Mitla

Señoras del presente y del olvido
las hormigas recorren
los espacios del silencio
arrastrando grumos de vida
hacia el mundo de las sombras

Como vampiros con las alas abiertas
en el horizonte borroso
los escuálidos señores de la muerte
sin proyectar sombra sobre el suelo arenoso
sin ser tocados por el viento o la hora

Entre peñascos rotos que un día acabarán
sobre el sabino antiguo que un día caerá
sin la memoria mínima de los dioses extintos
ni del Bigaña estricto que se volvió humedad
miro el sol que se muere

Bajan las sombras lentas
por los caminos ralos de Monte Albán
y dirigiéndose al otro mundo
atraviesan cuerpos y muros
con su temblor y frío

En el patio ruinosos al borde de una tumba
un sacerdote enjuto con camisas de grecas
arroja su espectro sobre el polvo
y traza con dedo descarnado
la forma de las constelaciones deshechas 


Anexo

  • Artículo de Letras Libres en relación a la obra de Homero Aridjis:

http://www.letraslibres.com/mexico/libros/antologia-poetica-homero-aridjis


  • Video sobre la obra de Homero Aridjis en el canal 22: